jueves, 14 de mayo de 2009

Matias y su muralla

2do ENCUENTRO

EDGARDO

Matías seguía su camino, había aprendido a llorar con su primer encuentro, pero había aprendido que expresarse era quizás más fácil de lo que creía.
Camino durante 3 meses, y comenzó a pasar algo que ni el ni nadie había previsto… las suelas de sus zapatos empezaron a gastarse y el a preocuparse, no había tenido demasiados problemas pues en su mochila llevaba cosas para protegerse de la lluvia y del sol, del frío y del calor, pero nunca pensó en su calzado.
Así como suele pasar en la vida misma, cuando uno menos se lo espera aparece una luz que nos salva, en su muralla, apareció una escalera, hacia una aldea, un lugar nuevo, gente nueva, y hasta quizás calzado nuevo, se sumergió en la aventura y eligió nuevamente abandonar su muralla por un tiempo, a pesar del miedo que sentía cuando recordaba la ultima experiencia.
Bajo, camino, y se encontró en el medio de la aldea, una aldea muy linda, con una fuente con 3 chorros de agua en el centro, y calles de piedras, casi como las medievales, pregunto donde estaba y una amable señora le contesto.
- En Índigo –
Índigo pensó, algo le traía en mente, pero todavía no recordaba que. Le resto importancia pues tenía algo más importante que arreglar y eran sus zapatillas.
Volvió a acercarse a un aldeano y pregunto donde podía encontrar una zapatería, y el aldeano contesto…
-El mejor para esas cosas es Don Edgardo, pero tenga cuidado, por que cuando el Don empieza a hablar no termina mas.-
Sin embargo, Matías estaba dispuesto a correr el riesgo una vez más, y así se dirigió al taller de Don Edgardo.
Entro con cierta vergüenza, que era una de las principales características de Matías, saludo a Edgardo, el era un poco más bajo que Matías, de una contextura física mediana, muy sonriente, siempre sonriente, peinado para atrás, con bigotes y un poco de canas, tenía puesto su delantal blanco y debajo estaba vestido de azul.
Esto a Matías le pareció demasiada casualidad, pues uno de los colores con los que más le gustaba vestir era con el azul.
Entonces fue cuando Edgardo dijo…
-Hola-
-Hola, necesito de su ayuda-
Edgardo, con una sonrisa dijo
-Para eso nací, para ayudar-
Matías sonrío, se sentó en un banco cerca de Edgardo y le mostró las suelas de sus zapatillas, que estaba al borde de agujerearse, así fue que se las saco y Edgardo comenzó a hacer su trabajo.
Mientras el zapatero arreglaba las zapatillas, Matías comenzó a caminar por el taller, donde encontró una vieja foto, de una familia, le pregunto a Edgardo si era su familia, y el le contesto…
-Si, son mis padres y mi hermana. Sabes? Yo vengo desde lejos y si bien hace mucho que vivo acá…
Y así comenzó, tal como le advirtieron a Matías, a hablar sin parar.
Resulto ser que Edgardo era un valiente tal como lo era nuestro protagonista, el había llegado a la aldea en la mitad de su adolescencia, sin nada mas que su ropa, y había poco a poco convertido su nombre en una entidad, no había persona en la aldea que no conozca a Edgardo, no había persona que no haya sido ayudada por Edgardo. Sin embargo el le contó a Matías que a veces se sentía solo, que necesitaba algo mas que ser reconocido, algo mas que la vida había que había logrado construir.
Le dijo a Matías.
-Nunca me gusta quedarme estancado, cuando logro lo que quiero, siempre aparece algo nuevo-
Matías, no hizo mas que oír a este zapatero devenido en contador de anécdotas por horas, tantas que se había olvidado que debía volver, y aun mas que solo quería sus zapatillas.
Matías le pregunto a Edgardo si podía pasar la noche allí, al fin y al cabo, no venia mal una buena ducha, una cama calentita, y un poco de compañía familiar. Edgardo respondió lleno de alegría.
-Por supuesto-
Esa noche, fue una de las noches mas felices de nuestro Matías, estuvo hasta tarde escuchando todas las historias de Edgardo, de cómo jugaba con su hermana, de cómo había llegado a la aldea, de sus padres. Hasta que fue hora de ir a dormir, Edgardo le ofreció su cama, y el dormiría en el sillón, antes de apagar la luz, Edgardo le dijo a Matías.
-Esto es lo que necesitaba, sentir que tenia un hijo, gracias.-
Matías sonrío y durmió.
Al otro día debía partir, y así lo hizo, había encontrado dos cosas en este encuentro, la primera era que por fin sabia como se sentía ser hijo, y la segunda, que no importan las viejas experiencias siempre hay gente para conocer y en la que confiar.
Matías le contó a Edgardo lo que le había pasado con Brisa, y le dijo que con el la historia había cambiado.
Edgardo con los ojos brillando le dijo algo que quedaría para siempre en la cabeza de Matías.
-“LOS RECUERDOS SE VAN QUEDANDO ATRÁS DEL CAMINO, LO QUE IMPORTA ES LO QUE VIENE Y A VECES SOLO ES CUESTION DE ESPERAR”
Se abrazaron fuerte, y Matías volvió a su muralla, con sus zapatillas arregladas, y su corazón enmendado.

Increiblemente escrito por... Nick. a las... 9:37 a. m. |
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